viernes, 23 de octubre de 2009

1.- Presencias

Acaricio los pensamientos con lentitud y morosidad. Tu recuerdo se cuela constantemente en mi memoria. No te puedo detener, tu imagen me sigue. Hago ver que estudio y así paso las horas. Agradezco tener que atravesar la ciudad en metro para tener excusa para recrearme en tu recuerdo. Tu nombre me hace sentir bien. Tu sonrisa me provoca el sonrojo. Y si estuvieras presente como parecen anhelar esos ensueños del que sueña despierto, apenas podría balbucir palabra.
Dos convencimientos contradictorios están creciendo en mí. Mi parte, supongo, más sensata y realista va entendiendo más profundamente la imposibilidad de tu presencia solitaria ante mí. Al mismo tiempo, cuanto más crece este convencimiento, más real y posible me parece la potencialidad de un día llegar a decirte cuánta tinta, cuántos momentos, con tu nombre entretengo. O tal vez sea al revés, y cuánto más confío en que ese día llegará, más consciente soy de que es imposible e inútil mantenerse en este empeño.
Si pudiera hablarte... si pudiera tocarte... me daría miedo convertirme en caudal descontrolado, igual que si se hubiera roto la presa de un río, y anegarlo todo, arrastrando en mi exceso nuestra precoz destrucción.