Dos convencimientos contradictorios están creciendo en mí. Mi parte, supongo, más sensata y realista va entendiendo más profundamente la imposibilidad de tu presencia solitaria ante mí. Al mismo tiempo, cuanto más crece este convencimiento, más real y posible me parece la potencialidad de un día llegar a decirte cuánta tinta, cuántos momentos, con tu nombre entretengo. O tal vez sea al revés, y cuánto más confío en que ese día llegará, más consciente soy de que es imposible e inútil mantenerse en este empeño.
Si pudiera hablarte... si pudiera tocarte... me daría miedo convertirme en caudal descontrolado, igual que si se hubiera roto la presa de un río, y anegarlo todo, arrastrando en mi exceso nuestra precoz destrucción.